La película «La buena nueva», dirigida por Helena Taberna, muestra la represión que se vivió en Euskal Herria tras el golpe de estado fascista dirigido por los generales Francisco Franco y Emilio Mola. En la pantalla grande aparecen episodios de los que habíamos oído hablar, como mujeres con el pelo rapado a las que les dan aceite de ricino para pasearlas después por la plaza del pueblo, depuraciones de maestras, fusilamientos, la elaboración de listas negras por los caciques locales o la colaboración de la Iglesia católica en la represión.
Habíamos oído hablar de todo ello, pero verlo en una película contribuye a que podamos comprender mejor cuál era el clima de terror que se instauró en los pueblos vascos a partir de julio de 1936. El día que fui al cine a ver esta película, la sala estaba repleta de personas que vivieron estos hechos en primera persona. No era una proyección habitual.
La película de Taberna tiene muchas virtudes. Una es la de mostrar a Gorka Aginagalde, al que hasta ahora habíamos visto casi en exclusiva en papeles cómicos, como un actor con recursos para sacar adelante un personaje complejo. Otro de los aciertos de la película es el de la ambientación, a lo que contribuye la elección de los lugares en los que se ha llevado a cabo el rodaje.
Hernani y Leitza son dos de los escenarios en los que se ha grabado la película. Llama la atención que, cuando han pasado 72 años del golpe de Estado fascista, hay unos vecinos que se imponen sobre otros, unos vecinos que señalan a que vecinos hay que castigar. Recuerdo como mi aitite contaba que un compañero suyo de trabajo, un falangista de Galdakao después de su jornada laboral se pasaba por la carcel de Basauri y señalaba a los reos que el conocía como "rojos" para que fallecieran. Fallecieran por un fusilamiento, como el que fallece por una acción,...fallecer, como si se hablara de un una muerte natural, o un accidente.
Los fascistas de la película hacean ondear en las calles de Euskadi, en las calles de Madrid, en las estepas rusas banderas rojigualdas con yugos y flechas; otros fascistas continuan su labor (aunque queriendo apropiarse de la memoria de aquellos que lucharon por la libertad) esta vez metiendo serpientes y hachas dentro de la ikurriña.
Los fascistas cambian la careta y sus justificaciones para lograr el mismo fin. No dejemos que nos roben la memoria, porque no son gudaris, porque como escribía un bilbaino universal....
Todo lo escrito en azul es obra mía, el resto es del periodista M.Díaz en Gara. Podeis leer la obra original y completa en Gara.net.
A mi se me caía la cara de vergüenza al leerlo y he reescrito la versión ut supra.
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